Entrevista a Jesús René Payo


Cronista oficial de la provincia, profesor de la Universidad de Burgos y co-creador de un libro que analiza la arquitectura religiosa burgalesa en el siglo XX, Jesús René Payo hablará del conjunto arquitectónico del convento de las Salesas, concretamente de la iglesia, la cual analiza dentro de su estilo en el libro anteriormente mencionado.


¿A qué estilo arquitectónico pertenece la iglesia de las Salesas?

Esta iglesia es un ejemplo claro del estilo neogótico y se desarrolla en los años finales del siglo XIX, donde en ciudades como Burgos todavía estaba muy vigente este estilo, pero que en otras urbes ya había comenzado a ser superado, incluso habían empezado a desarrollar algunas propuestas arquitectónicas en la arquitectura religiosa más ligadas al concepto de la arquitectura moderna. Por lo tanto, podemos decir que es un solecismo, un arcaísmo dentro de lo que es la arquitectura religiosa a nivel nacional, pero que en Burgos está perfectamente dentro del contexto.


¿Podemos decir entonces que es una obra tipo de la tendencia a la que pertenece?

Si, Juan Bautista Lázaro (el arquitecto) es un perfecto exponente del neogoticismo en el desarrollo de bastantes obras  de estas características en España, sobre todo en Madrid. Quizás en los años antes lo que está haciendo en gran medida es continuar con una tradición arquitectónica característica de momentos anteriores.


¿Cuáles son los elementos característicos de la Iglesia?

Todos sus elementos definitorios: El arco ojival, las decoraciones con cardina. Es un magnífico ejemplo de lo que sería un intento de recuperación de una iglesia de entorno a 1250, aproximadamente, con pilares a los que recuerdan a las iglesias del primer gótico francés. Tiene un carácter muy arqueológista. Después, lo que más destaco es el cuidado y desarrollo de los detalles escultóricos de las vidrieras, ya que no solamente la intervención de un arquitecto fue muy importante, sino fue muy importante la intervención de un notable conjunto de artesanos y vidrieros, que intentaron revelar, en una gran obra arqueológica, los motivos de las iglesias del siglo XIII y de comienzos del siglo XIV.


¿Qué me dice del retablo?

El retablo de las Salesas se separa un poco de lo que son las concepciones más puristas, aquí si que se desarrollo una mayor imaginación, que no se adecua perfectamente a cómo debían ser los retablos del siglo XIII. De estos retablos han quedado muy pocos, y los pocos que nos han quedado nos hablan de que tenían otras características mucho más sencillas. Aquí, el arquitecto quizás se esté inspirando más en la realizaciones de finales del XV, el gótico florido, que en realizaciones del siglo XIII.



¿Qué otros ejemplos de esta arquitectura presenta Burgos?

Como ejemplo de la propia arquitectura religiosa, la torre de la iglesia de la Merced es una realización con carácter neogótico. Desde mediados del siglo XIX, una parte de los panteones funerarios que se hicieron en Burgos se realizaron con un estilo neogótico. Después, en la arquitectura civil pues es muy interesante la obra de Santiago Martínez, que es el edificio de Capitanía General, que también tiene estas características.


¿Con qué otras tendencias se relacionó durante la época de su construcción?

Se relacionó con tendencias neomedievales, como por ejemplo el neorrománico. En esta época se desarrollaron también con gran fuerza las tendencias ecléticas, mezclando distintos estilos. El neomudéjar tiene una gran presencia en la segunda mitad del siglo XIX,siendo de carácter eminentemente nacional. Aunque también es cierto que, como ya he dicho anteriormente, en torno a 1900-1910, que es cuando se está produciendo la construcción de esta iglesia, se están empezando a producir también las primeras incursiones por parte de algunos arquitectos españoles en una renovación: La estética arquitectónica religiosa va vinculándose al movimiento moderno.


Las Hermanas Salesas tienen otros tipos de arquitectura dentro de su congregación ¿Cómo se encaja esta iglesia en ella?

Se produce una disfunción, ya que las Salesas son una institución religiosa del siglo XVII,  cuando el neogótico no llegó hasta más tarde. Es lo que sería un cambio en la estética de la orden de las Salesas originarias, vinculada al barroco clasicista francés. En España tenemos un magnífico ejemplo: Las Salesas Reales de Madrid. Por tanto, este edificio se encuentra dentro de un periodo de renovación estilística en la arquitectura de las iglesias y conventos de la congregación.


¿Crees que el entorno social valora este tipo de edificios?

Cada vez los valora más, obviamente. Muchas comunidades están involucradas en la conservación y en la mejora de sus parroquias, de sus iglesias, desde un punto esencialmente devocional. Por el contrario, estas comunidades están valorando cada vez más el patrimonio, que no es solo un edificio del siglo XII, XIII o XIV, sino también lo son edificios del siglo XIX, XX y XXI. Sí que es cierto que muchas parroquias lo valoran sólo desde la primera perspectiva pero también hay otras comunidades parroquiales que están totalmente comprometidas en el mantenimiento de estas edificaciones como elementos claros de ese patrimonio del siglo XX de Burgos.


Los patrones culturales en nuestra ciudad están muy orientados a elementos recurrentes como son la Catedral, el Castillo o el Cid ¿Qué supone el intentar valorar este tipo de elementos de la cultura que no son tan conocidos, pero que definen el fondo de nuestro patrimonio?

Obviamente Burgos tiene grandes edificios que están asumidos como patrimonio por todos los burgaleses: La Catedral, el Arco de Santa María, el Palacio del Cordón, las iglesias de la época gótica, de la época del renacimiento, de la época barroca. El reto que tenemos es que la comunidad vea con interés y con cariño su patrimonio, resultado del síntoma de un periodo histórico, ya sea la época de la Restauración, ya sea la época del primer franquismo, del tardo-franquismo o la época más reciente. En cada momento se han ido produciendo unos cambios sintomáticos y claros ejemplos de lo que ha sido el entender la arquitectura religiosa de cada instante.


Teniendo en cuenta que hay algunas obras importantes y realmente interesantes que incluso están ya integradas en algunos libros de la arquitectura del siglo XX a nivel nacional, tenemos ese reto: Que se vea, se respete y se cuide ese patrimonio que también es nacional.


Entrevistador: Yago Rodríguez Barril


Rincón de Yasgo: Asalto al convento


-A veces está bien tomarse un respiro, y sacar ese lado "hippie" que nos define-





La mirada del equipo: "Cultura de primera, cultura de segunda"




Cuando alguien oye hablar de Burgos piensa en tres imágenes: el Cid, la morcilla y su catedral. Parece sencillo pensar que esta técnica puede ser utilizada en cualquier lugar del mundo para describir su cultura, pero nada más lejos de la realidad.

Un ejemplo claro de necio es aquel que se limita a mirar las puntas de lanza del enemigo sin echar un vistazo a al bastón que las sujetan, ya que finalmente puede que sean éstas las que acaben con su vida. Esta metáfora viene a explicar lo que define la cultura de un pueblo, y es todo aquello que se deja en segundo plano, y se desperdicia sin conciencia, cuando en la realidad es lo que le da fondo a éste.

Uno de los ejemplos claros de esta “cultura de segundo plano” que Burgos atesora es la iglesia de las Salesas, un edificio religioso que, en cuanto a belleza y estilo, poco tiene que envidiar a la catedral burgalesa.

La iglesia de las Salesas es un templo construido por las hermanas Salesas poco después de su conformación como comunidad hacia finales del siglo XIX, concretamente en 1901. La mayor parte del año está cerrado al público, ya que en él donde las hermanas van a orar durante el día, labor a la que su congregación está enteramente entregada, pues ésta está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús.

Más allá de la labor espiritual de esta congregación, lo cierto es que el diseño que el edificio presenta tanto en su interior como en su exterior es bien digno de ser considerado divino, ya que describe con moldes contundentes el cuidado de lo que fue el arte gótico: La disposición de las entradas de luz, las decoraciones florales de sus chapiteles, su retablo pétreo, todo entra directamente de los ojos al corazón.
Es una visión sino sobrecogedora, bonita, que se corona con la música de un órgano sonando sobre las cabezas de quienes se acercan a escuchar misa, orar o simplemente contemplar.

Queda sobradamente demostrado que el trabajo hecho por sus arquitectos es bien merecedor de un reconocimiento cultural notorio. Es por ello por lo que creemos que la justificación a esta falta de reconocimiento social viene de la mano del hecho de que no sea parroquia, sino iglesia propiedad de una congregación religiosa.

Al comienzo de su construcción, el proyecto prometía una iglesia abierta al público. Pero esto cambió, y ahora sólo es posible visitarlo las vísperas del primer viernes de cada mes en horario de misa. Para aquel que nunca haya oído hablar de esto y la haya visitado es una buena oportunidad para hacerlo, ya que puede.

En cambio, el que ya haya visto por dentro coincidirá en que la iglesia de las Salesas es solo uno de los tantos ejemplos de arquitectura escultórica que nos podemos encontrar en una ciudad: iglesias, murallas, torres, edificios civiles y edificios públicos no tienen por qué ser iconos para ser verdaderas obras de arte, todo depende de con qué ojos, y con qué cabeza los mires.


No existe cultura de primera o de segunda, existen visiones de primera y visiones de segunda.



El contrario opina: "Congregación y ciudadano"



Por Yago Rodríguez, 
analista del contexto 
de desarrollo 
de la comunidad de
religiosas de la 
Visitación de Burgos.



Aunque hayan pasado ya veinte años desde la celebración del centenario de la formación de la comunidad de Monjas de la Visitación de Burgos, el recuerdo perdura en la memoria  las Hermanas que en 1992 tuvieron la oportunidad de participar en el evento, y a día de hoy mantienen el espíritu con el que en su día conmemoraron los cien años de Salesas.

Fue un 21 de febrero de 1892 cuando se hizo oficial: Las Hermanas de la Visitación de Burgos se iniciaban como comunidad religiosa. Cien años después, sus sucesoras prepararon una celebración por todo lo alto: Tres días de ofrendas y el ofrecimiento al Sagrado Corazón de Jesús.


Hasta allí acudió el arzobispo y el Coro Parroquial “Santa María la Real y Antigua”, quien interpretó el himno “Te Deum”, original de Aniceto de Remesiana. Pero lo que realmente animó el momento fue la representación teatral que las monjas dedicaron a su Madre Fundadora, en la que recrearon su vida y obra.

Como anécdota, recuerdan que en el momento de la escenificación de la muerte de Sor Serafina Lemery alguien llamó a la puerta del convento, y ese alguien resultó ser la mujer del alcalde, quien les llevó un ramo de rosas. De este modo, el ramo de rosas sirvió como colofón final al recreado entierro, y a la gran ceremonia.

Las celebraciones que las monjas Salesas celebran durante el año no son pocas, y generalmente se admiten la participación de todo el que quiera. La última ha tenido lugar el pasado 1 de mayo, en una misa que se celebra la víspera del primer viernes de cada mes, y en la que se reza el Santo Rosario a la Vírgen.

Otra de las celebraciones esperadas es la dedicada a la Pasión de Cristo, y la celebran en un total de tres días, una semana después del domingo de Resurrección, en los que se elabora un programa de misas especial, con rezos y corales invitadas para la ocasión. Este año han participado el coro del convento, una pareja de canto y la coral de la Catedral.

Este es el carácter de las Hermanas Salesas, una orden que, siendo de clausura, abren sus puertas a los ciudadanos para que disfruten con ellas de las celebraciones cristianas. Con trabajo nos ofrecen sus pastas, y con una sonrisa nos enseñan el valor que tienen como congregación para el barrio, dándole una vida y ambiente que no da el Ayuntamiento.



Así es como una congregación religiosa creo debe relacionarse con su entorno, ya que viven de él. Es por esto que estas monjas son un buen ejemplo a seguir para aquellas semejantes que no ejerzan un contacto activo con su barrio: Hacer encargos de ropa, dulces y misas abiertas ayuda a que el convento se apoye en la sociedad en caso de necesidad, y ayuda a ésta a aprender disfrutando de la cultura que le rodea. Todos salimos ganando: una costumbre así debe perdurar en el tiempo y ser común para todos.






Reportaje: Las hermanas Salesas vuelven a la hornada de sus “gloriosas” pastas. Historia de la congregación religiosa


Han pasado ya casi dos décadas desde la última vez que esta comunidad religiosa no deleitaba los paladares burgaleses con sus deliciosas pastas. Pero esto ha cambiado, y desde el pasado noviembre, las Hermanas de la Visitación han encendido de nuevo los hornos y han recomenzado a llevar a cabo esta apetitosa labor.
ImagenEl objetivo principal de este trabajo es el de, como muchos otros trabajos en el convento, ayudar a la economía de éste, ya que cada vez es más complicado subsistir con el tejido de prendas y las ofrendas. Aunque pueda parecer mentira, los efectos de la crisis también se hacen notar dentro de estos muros, y la falta de encargos y pedidos les afecta también a ellas.
Con nuevas cocineras al mando y fieles seguidores comprando, las Hermanas Salesas afrontan un reto al que décadas antes ya se hubieron de enfrentar sus superioras.

El recuerdo de la primera masa
Fue en 1977 cuando esta comunidad decidió lanzarse a la elaboración de pastas caseras. Para ello se valieron con los recursos de los que disponían: El horno de la comunidad, las recetas familiares que algunas hermanas habían recibido en herencia y unos medios de embalaje sencillos fueron los primeros elementos que conformaron esta pequeña “pastelería divina”.
“Llegamos a vender nuestras pastas al monasterio de San Pedro de Cardeña”, recuerda la hermana María.
El medio de promoción era básico: El “boca a boca” fue su única publicidad, y el que las hizo famosas; Las pastas de las hermanas Salesas eran un dulce muy presente en algunos cafés de la época.
Por un lado, los medios sencillos permitían que el precio de cada bolsa pudiera competir con las galletas tradicionales, y sin los aditivos que a mucha gente preocupan en el momento de su ingesta. Por otro, el hecho de que se vendiese en pequeñas cantidades permitía a las hermanas llevar este oficio como una afición, sin tener que renunciar a otras labores a lo largo de la jornada.

La historia de una orden basada en la oración y el trabajo

Más allá del trabajo de repostería, si queremos conocer más acerca del origen de esta congregación debemos ir a Francia y retroceder hasta el siglo XVII, en el reinado de Luís XIII.

El paisaje que nos ocupa es la localidad de Annecy, una ciudad erigida en la orilla norte del Lago Annercy, en la región de Ródano-Alpes. Allí nos encontramos con el fundador de esta comunidad: el obispo y Santo Franciso de Sales.

Resumiendo el contexto de su historia, Francisco de Sales nació a comienzos del siglo XVI en el seno de una familia noble en Sales, Saboya. Estudioso de Derecho y Teología, fue rechazado  por los pobladores en su paso por Chablais en 1594, una zona dominada por calvinistas. Pese a esto, el futuro o bispo de Ginebra consiguió ganarse el afecto de las gentes contraatacando los ideales calvinistas con la personalidad amable, humilde y sencilla. De este modo, su fama creció hasta que en 1602, con la muerte del obispo Granier, consiguió ocupar este lugar y fundar, junto con su hija espiritual Jeanne-Françoise de Chantal en 1610, la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María.

La nueva orden contravenía los estándares de la iglesia en esa época, y eso creó discrepancias. El motivo residía en el modelo de vida religiosa del catolicismo era un modelo mutilado al que así se refería nuestro personaje: “Algunas órdenes antiguas se han convertido en seminarios del escándalo. Hay que volver a poner orden en ellas”.

Y así lo hizo. San Francisco de Sales, junto con la hermana Jeanne-Françoise de Chantal, fundó una orden que predicaba su obra, aquella que defendía la “verdadera devoción”, basada en la vida contemplativa, al amor de lo ajeno, al trabajo y a la entrega completa a Dios.

Lo que el padre fundador predicaba era una reconversión del sentir religioso hacia la verdadera entrega a Dios, y para ello buscó inspiración en Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia del Primer Milenio que basó su filosofía en el amor a Dios, entendido como el origen de todas las cosas buenas.

Así se definen a sí mismas las Hermanas de la Visitación, una congregación que basa su vida religiosa en la meditación de la Ley del Señor alejadas de la sociedad, para representar la humildad que Jesucristo mostró en sus predicaciones, para ellas fuente de dulzura y origen del trabajo verdadero que alza la vida a cotas de santidad.

La labor espiritual de las Hermanas Salesas tiene como fuente principal la devoción del Sagrado Corazón, un elemento clave en la moral cristiana que les es fundada en las visiones que Sor Margarita María, una de sus hermanas, tuvo en la oración. De este modo, el Sagrado Corazón de Jesús es el escudo que representa a esta comunidad, tanto por su austeridad exterior como por la aceptación de toda vocación.

La “austeridad exterior” es un carácter que les viene dado por las predicaciones de San Francisco de Asís, que predicó la austeridad en la vida terrenal. Por otro lado, la predisposición a aceptar de toda vocación les viene dada por ser una característica especial de esta orden, ya que en ella aceptan a la vida monástica, desde su fundación, a toda mujer que tenga la vocación, ya sea de salud débil o de edad madura.

La Orden tiene presencia en 31 países y en España cuenta con 18 monasterios, cinco menos que en 1973. El primer convento fundado en nuestro país corrió a cargo de la reina Bárbara de Braganza, con el objetivo de dar cobijo a las hermanas llegadas de Annecy en 1747 y asegurarse un lugar tranquilo donde pudiera residir en caso de la muerte del rey, Fernando VI.

Más tarde, en Madrid se formaron dos congregaciones. Fue de una de estas tres de donde procede la Madre Fundadora de la Comunidad de la Visitación de Burgos: Sor María Serafina Lemery y Ferrer.



La revelación de la Madre Fundadora Lemery y Ferrer

Según los escritos de la Hermana Lemery encontrados por las monjas Salesas de Burgos en la biblioteca de la congregación, la Madre Fundadora, que había ejercido de profesora en un colegio pensionado de la Orden en Vitoria, recibió el encargo del Sagrado Corazón de crear una nueva congregación. Junto a su director espiritual recorrió diferentes ciudades de España con el objetivo de encontrar el lugar adecuado. Barcelona, Bilbao y Vitoria fueron algunos de estos posibles destinos, pero en ninguno fue acogida para la realización de tal proyecto.

Finalmente, la hermana Lemery encontró alojo en  las Hermanas de la Caridad de Burgos, quienes le dieron, junto con otras tres hermanas (dos de Madrid y una de Vitoria), un hogar en el número 59 de la calle Fernán González. Cuando llegaron a Burgos, en 1891, las tres monjas contaban en su bolsillo con tan sólo 250 pesetas.

Lo que viene a continuación bien puede considerarse una historieta que las Hermanas Salesas cuentan a todo el que pasa por su convento, por lo que es la decisión del lector la que asuma creer o no esto:
Se dice que la Madre Fundadora estaba buscando un terreno a las orillas del río Arlanzón cuando se encontró con unos cultivos, lugar que hoy ocupa el convento. Al ver que era un buen terreno para su construcción, la hermana arrojó unas medallitas como plegaria a San José, para que este le amparase en su decisión.

Días más tarde, un religioso Marista apareció por el lugar y le ofreció una cantidad al propietario por el mismo terreno. Estaban a punto de cerrar el trato cuando apareció un desconocido, alto y con una barba tupida, e intercedió entre el propietario y las Hermanas para que ese terreno acabase siendo de la propiedad de éstas. Así fue, y la señora Lemery consiguió dicho terreno.

Lo que le sorprendió a la Salesa  no es que fuese un desconocido quien intercediese para conseguir el terreno, sino el hecho de que ella en ningún momento le había contado a nadie lo que tenía pensado hacer, ni siquiera a sus hermanas. De este modo, las monjas determinaron que lo único que tenía aquí cabida es que ese desconocido era el mismísimo San José, que había obrando un milagro para ellas.

La compra del terreno que hoy conforma el convento se fue realizando poco a poco, con el dinero que provenía de las ofrendas y las donaciones. Así se hizo con el convento y la iglesia, los cuales fueron diseñados por el arquitecto Juan Bautista Lázaro.

Pero el dinero que percibían no era suficiente para rematar la iglesia, y no fue hasta la entrada de una vocación  acaudalada que pudieron terminarla. Esta nueva hermana era huérfana de padre y madre, y al provenir de una familia pudiente  pudo contribuir a la conclusión del edificio en 1921, bajo la dirección del arquitecto Juan  Moya.


La Comunidad en los tiempos que corren


Cuatro años después del cuarto centenario de la congregación y un cuarto de siglo después del primer centenario de la comunidad en Burgos, las Hermanas Salesas prosiguen el objetivo de vida que ellas mismas decidieron seguir al unirse a la congregación.
La congregación, al igual que muchas otras alrededor del mundo, está pasando una dura época, ya que ven año tras año la edad media entre las hermanas aumenta, disminuyendo así su número. Debido a esto, la solución que han tomado viene de la mano de la inmigración, y cada vez son más el número de monjas Salesas de otros países que vienen a vivir de la oración a Burgos: Guinea Ecuatorial, México y Burundi son algunos de los países de procedencia.
De este modo, el hecho de que aumentase el número de vocaciones jóvenes ha animado a estas monjas de la Visitación a retomar el laborioso trabajo de las pastas con más ánimo que nunca. Y no sólo en esta congregación, sino también en otras como la de Valladolid y una de las de Madrid.
Aunque el número de compradores sea ligeramente menor que cuando las hacían antaño, y los aranceles para la venta al público hayan aumentado, las Hermanas Salesas mantienen el cariño y la sonrisa que hacen que merezca la pena comprar una de sus cajas, las cuales venden en la portería de su convento, en el número 4 de la calle Barrantes, a 4,95€.

Redacción: Yago Rodríguez Barril